lunes, 29 de junio de 2009

EL ROMANCERO GITANO


O EL ESPÍRITU DE LA RESISTENCIA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
A 80 años del extraordinario libro de Federico García Lorca


Por: Martin Guerra.


“Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama”
Miguel Hernández. Elegía Primera.

¿Quién podría dejar de recordar, esos versos de Vallejo en “España, aparta de mí este cáliz”, que dicen: “¡Cúidate, España, de tu propia España! / ¡Cúidate de la hoz sin el martillo, / cúidate del martillo sin la hoz!”? O los de Miguel Hernández: “España, piedra estoica que se abrió en dos pedazos / de dolor y de piedra profunda para darme: / no me separarán de tus altas entrañas, / madre” de “El hombre acecha”, en donde son notorios los dos segmentos, la España dividida entre el terror y la libertad, entre las hordas y la República. Los albores de esa España que se partía, de esa España que luchaba por justicia, que sufrió la más cruda polarización política, y cuya guerra civil, a decir del profesor Gabriel Jackson, “estalló a causa de los agudos conflictos creados en la sociedad española”, fue interpretada en un libro fundamental, en un libro extraordinario: “El Romancero Gitano” (julio de 1928), un libro de poesía.

España, pueblo y tradición.

Influenciado por Góngora, muerto hacía tres siglos, Federico García Lorca, autor de “El Romancero Gitano” rescató en el libro el pensamiento (y el sustento material de este) de la vida de los gitanos. No de la caricatura que la España formal había construido de estos, ni la pretendida reivindicación que habían hecho de su cultura al folklorizarla presentándola como “arte flamenco”, que en realidad no lograba más que hacer digerible lo menos gitano para el consumo de la España oficial perpetrando la separación de los gitanos, que además de cargar con el mito de que viven libres, tenían que soportar no sólo la marginación de sus formas colectivas de vida social y de su cultura, sino también la persecución y la muerte. El mismo Lorca, en una conferencia, disgustado por ser malentendido en su libro, tratado de libro flamenco, de libro folklórico, señala que este es: “un libro anti–pintoresco, anti–folklórico, anti-flamenco”.

Expone que en este hay un sólo personaje, la Pena, pero que esta “no tiene nada que ver con la melancolía ni con la nostalgia ni con ninguna aflicción o dolencia del ánimo, que es un sentimiento más celeste que terrestre; pena andaluza que es una lucha de la inteligencia amorosa con el misterio que la rodea y no puede comprender” Aquí corroboramos entonces que los gitanos de Lorca son reales, su pena, además de ser sentida individualmente es un sentir colectivo y no un acumulamiento de lloriqueos o melodramáticos ayes. Indica la misma ética cuando se refiere al personaje que hiciera famoso en dos romances, Antoñito el Camborio, a quien define como: “Gitano verdadero, incapaz del mal como muchos que en estos momentos mueren de hambre por no vender su voz milenaria a los señores que no poseen más que dinero, que es tan poca cosa”. La reivindicación del gitano andaluz es la defensa del pueblo, de un pueblo antiguo, mestizo, paridor de ideas y sueños y acciones solidarias. Veremos luego como Lorca nos presenta en base a esto una moral gitana, es decir una ética popular. Para Guillermo Díaz –Plaja, García Lorca revaloriza el romance y eleva estéticamente a la gitanería del folklore. Díaz nos dice en 1954: “En adelante, la gitanería deja de tener un simple perfil picaresco, para adquirir carne y sangre de realidad, presentándola en su complicada y profunda humanidad; orgullosa y perseguida, valiente y femenina, artista y soñadora, desarraigada y andalucísima”. Este libro enseñó en su época que un país puede tener dos o más tradiciones al mismo tiempo y que es justo luchar por comunicarlas. El conservadurismo fascista que se cernía sobre la península no admitía más que una tradición, la de ellos.

García Lorca, utiliza el romance como forma poética, pero lo moderniza, lo exterioriza. En sus romances no habla sólo él, se manifiesta un colectivo, una cultura milenaria, valiente, digna, plena. Crea así García Lorca la expresión ética y estética de todo un pueblo avasallado, en una época en donde los vientos de cambio y de guerra sonaban a diario y donde la sociedad ultraconservadora de España, mostraba su molestia utilizando todas las formas represivas posibles. La redención de esta resistencia popular, primero cultural y luego armada, se torna revolucionaria, no sólo por tratarse de la época, sino también por el lenguaje utilizado para ello.

García Lorca logra una revolución literario – social de fondo y forma. Por eso decimos que es este un libro completo. A lo que García Lorca logra con sus romances, escritos entre 1922 y 1926, se les puede aplicar, lo que en 1970 dijera el alemán Dieter Schiller sobre lo que debería ser la disposición literaria de un artista revolucionario: “La configuración literaria del revolucionario de nuestros días logrará dominar con sentido realista la interrelación existente entre lo público y lo privado en la creación de una unidad político – moral del pueblo”. García Lorca no sólo logra la expresión política de la vida social de los gitanos, sino que le da formato a su estética, no para crear un molde, sino para canalizar su voz.

En “El Romancero Gitano” la vida colectiva de los gitanos adquiere expresión sonora, cromática, terrenal y paradisíaca. Al leerlo se ingresa a la sociedad comunal y se siente por muchos, se llora por todos. Lorca logra plasmar un universo mítico y al mismo tiempo real en donde el gitano convive con una metafísica concreta si me permiten la expresión, en total consubstanciación con la tierra, el clima y los astros. En 1966, analizando el problema del lenguaje en Hegel, el alemán Josef Simon escribió: “Para que la conciencia pueda elevarse por encima de lo natural necesita de la experiencia natural de lo sobrenatural”, o sea de asir lo aparentemente inasible, de ver lo invisible, de sentir lo oculto lo inexpresado. García Lorca logra un mundo intuitivo pero manifiesto, premonitorio pero contrastable, en donde la muerte, el más allá, está tan arraigado en el mundo real que nos es tan patente como lo vivo.

La poesía como política y como pedagoga.

Muchos han pretendido negar la personalidad política de Federico García Lorca con la intención de esterilizar su aporte y disminuir las razones de su crimen a manos del fascismo. Felizmente hace ya mucho tiempo que la investigación de Ian Gibson y su gran labor compiladora de documentos lorquianos, han traído por tierra todas estas falacias. Ese viejo debate entre los que creen que la poesía debe ser ajena a la política o los que dicen que no, no escapó a la obra de Lorca. Como dijo en 1966 el norteamericano C. D. Bowra en su libro “Poesía y política”: “A muchas personas les desagrada la idea de que la poesía pueda tener alguna relación con la política”. Sin embargo Federico estuvo muy ligado a la política desde dos niveles bien delineados. El primero, el más directo, adhiriendo a declaraciones y manifiestos republicanos, socialistas y antifascistas. El segundo, a través de su obra. La extraordinaria defensa y reivindicación de la mujer en sus obras de teatro y en el erotismo de su poesía en una sociedad tan pacata y machista como era la España de entonces, la defensa del arte y la cultura de los pueblos y por lo tanto su oposición a formas antidemocráticas de vida social que reprimieran estas manifestaciones sociales solidarias y ancestrales.

El mismo García Lorca opinaría sobre la aparente división entre poesía y política y optaría claro está por una poesía pedagógica, por una poesía política sin ser panfletaria. El libro de Gibson, “El asesinato de Federico García Lorca”, de 1979, transcribe parte de las respuestas a una entrevista realizada el día 10 de junio de 1936 a Lorca por el diario “El Sol” de Madrid, dice Federico: “Ningún hombre verdadero cree ya en esta zarandaja del arte puro, arte por el arte mismo. En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas.”

Además, como se sabe, García Lorca era homosexual. Y esa situación en sí misma vivida de manera franca y sin hipocresías constituía un atentado directo contra el control eclesiástico y la concepción fálica de la sociedad, imperante en ese entonces. Y no por ser homosexual fue un agente social revolucionario, sino por la manera cómo actuó esa realidad. En el libro de Francisco Umbral, “Lorca, poeta maldito” de 1977, nos enteramos que Lorca debate con otro famoso escritor de su generación, la Generación del 27 (llamada así por cumplirse los 300 años de la muerte del hasta entonces olvidado por la cultura oficial, Luis de Góngora), Luis Cernuda. Este poeta también era homosexual y el debate aparentemente literario y artístico entre Lorca y aquel, encubría una polémica sobre la manera de vivir. Lorca se declara libre en sus acciones, Cernuda es prisionero de la sociedad. Según Umbral: “A Lorca le atormenta la vida, que es manadero del hombre mismo. A Cernuda le atormenta la moral, que es una superestructura culta, una puesta en limpio de la vida”

El Romancero y la Guerra Civil.

García Lorca nació un 5 de julio de 1898, hace 110 años. Nació en el año en donde una generación de poetas, entre ellos Machado, Azorín, Unamuno, se había reunido para llamar a la españolización de España y entre otras cosas habían estudiado el romancero. Ellos afirmaban que existía una España real, pobre y abandonada y una España oficial, falaz y fingida. Como vemos la Guerra Civil traía en ciernes desde hacía mucho tiempo el estallido de esta España partida en dos. En 1918 Lorca publicó su primer libro “Impresiones y paisajes” y 10 años después publicaría “El Romancero Gitano”, libro característico de la Generación del 27. García Lorca sería asesinado el 18 de agosto de 1936 al iniciarse la Guerra Civil en donde el fascismo saldría vencedor. Sin embargo dejaría una forma de interpretar la realidad como legado y su poesía se convertiría en el grito de resistencia de esa otra España olvidada, pisada, burlada; la España del pueblo, de los gitanos, de las mujeres y madres, de los trabajadores, de todos aquellos de quienes habló en sus obras, tanto poéticas, como en prosa o dramáticas. Creemos que este libro pionero traduce el espíritu de la resistencia española durante la Guerra que se inició con su muerte. Ese método de poetizar, lo utilizó también durante su estadía en New York, en donde a falta de gitanos, supo hallar en los negros que vio en los ghettos, que sufren el racismo y el hambre, los elementos constitutivos de una cultura de resistencia. Esto se lee en su “Oda al Rey de Harlem” del libro “Poeta en Nueva York” (1930 -1932).

De acuerdo a Christian De Paepe, quien en 2003 diría que “El Romancero Gitano” es un “un romance épico- dramático – lírico”, creemos que la obra de García Lorca logra en este libro la conjunción exacta de estos diferentes géneros literarios, a los cuales da además un carácter narrativo sin perder una gota de dramatismo, heroicidad y posición de clase. Un carácter narrativo que posee un fino lirismo y una ruda y seca épica. Recordemos el “Romance de la Guardia Civil española”, en el cual deja bien sentada la idea de que la Guardia Civil no administra justicia sino intereses de las clases poseedoras en contra de todo aquello que le parezca subversivo, haciendo el feliz símil entre la familia de gitanos y la sagrada familia. La Guardia Civil como modernos herodes persiguen al pueblo que es el niño, el creador, el que realmente vive.

Así como Homero une tradición, historia, leyenda y creación poética para crear sus rapsodias, así, García Lorca, logra la simbiosis estética y política del mito, la magia, la racionalidad y la gesta de todo un pueblo. García Lorca se alza y habla por el pueblo español y por el mundo marginado. De ahí que su arte rebase las demarcaciones del folklore. García Lorca crea nueva poesía para destruir la vieja y la destruye para crear una nueva. En esta dialéctica de los grandes poetas que enseña el alemán Wilhelm Stekel, en su libro de 1912, “Los sueños de los poetas”. Su arte es tan innovador que necesita traspasar los límites de la simple creación, su arte se opone al arte oficial, por lo tanto, es un arte de combate.

Si leemos el llamado “Documento” de Pablo Neruda publicado en la revista “Claridad”, número 316 en Buenos Aires, en agosto de 1937, veremos que: “Después del asesinato de Federico García Lorca, en la plaza de Granada se hizo una hoguera y se quemaron miles de ejemplares del Romancero Gitano y todos los papeles inéditos del poeta”. Con esta acción la caterva fascista pretendía borrar de la historia la conciencia del pueblo, sin embargo, los republicanos, aunque perdieron en su lucha al igual que García Lorca, llevaron bien en alto el recuerdo de su poeta, que ayer se llamara Federico y que hoy se llama polvo. Porque el pueblo está hecho de polvo, de tierra, de realidad y de naturaleza.

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