domingo, 25 de mayo de 2008

PROMETEO NAVEGANTE. Poesía y Revolución en Karl Marx.


Intervención en el acto conmemorativo por el 190 Aniversario del natalicio de Karl Marx, organizado por el Movimiento de Liberación 19 de Julio (ML -19), en su local de Jr. Zepita 423 – oficina 201, en Lima. En esta celebración titulada “Vigencia de Karl Marx”, participaron los compañeros Dante Castro, Jaime Lastra y Martin Guerra. Moderó el compañero Javier Roca.


A Luis Bocanegra, Jorge Luis Huapaya, Floro Ricaldi y Juan Lima, los cuatro obreros fallecidos por la negligencia empresarial, horas antes del Día Internacional del Proletariado.


Por: Martin Guerra
Perú. 08 de mayo de 2008



COMPAÑEROS:
El 05 de mayo de 1818 nacía Karl Heinrich Marx Pressburg. Destinó su vida a desarrollar la teoría para la liberación de la clase obrera y por lo tanto de la humanidad. Entre sus seguidores, Marx ha contado con personalidades dispares, muchas veces contradictorias, sobresaliendo entre ellos Rosa Luxemburgo, Lenin, Antonio Gramsci, José Carlos Mariátegui y Ernesto Che Guevara, entre otros. La influencia de Marx en el mundo ha tocado todas las esferas del pensamiento y de la acción social y política. En la actualidad los capitalistas que gozan los privilegios del desarrollo de la sociedad humana en base al trabajo explotado de miles de millones de proletarios de todo el planeta, hacen todo lo posible par desprestigiar, distorsionar y desaparecer el legado de Marx. Él creía que la práctica es el mejor criterio de verdad. Por ello, la mejor manera de defenderlo es actuando.

Marx gustaba de la poesía y de la literatura en general. Muy joven escribió poemas. Después los desecharía por creerlos deficientes. Hombre de gran cultura, leía a los clásicos de todas las épocas. Admirador de Esquilo y de Shakespeare, a quienes consideraba “los dos grandes genios dramáticos de todos los tiempos[1]”. Le gustaban mucho Homero, Cervantes y Dante. Recitaba de memoria a Heine y a Goethe. Aunque de este último criticaba el renegar de la historia, “siempre que se la encontraba cara a cara[2]” Tuvo predilección como refiere Franz Mehring: “por Shakespeare y por Walter Scott; mas no aceptaba esa “estética pura” que, muy frecuentemente, se asocia al indiferentismo político, incluso al servilismo[3]” Admiraba a Balzac pero le reprochaba el componer su obra como “una perpetua elegía que deplora la descomposición irremediable de la alta sociedad[4]”, llevando todas sus simpatías hacia “la clase condenada a desaparecer[5]”, aunque le reconoce ser muy hiriente e irónico contra los ricos. Marx no dejó de lado que “el artista es, inevitablemente, un sujeto político[6]”, como indicaba César Vallejo.

Siempre se identificó con el personaje de la mitología griega, el titán Prometeo, inclusive en su época ya se le retrataba encadenado a una montaña mientras un buitre le devoraba las entrañas. Prometeo, “quien crea a los hombres, moldeándolos con arcilla; más tarde, les enseña a quedarse con la mejor parte de las víctimas que se sacrifican a los dioses; él es quien roba el fuego del Olimpo para entregárselo a los mortales[7]”, era el amigo de los que sufrían la explotación y la tiranía. Y lo que hizo este personaje creado por la imaginación de los hombres, fue precisamente lo que hizo Marx; enseñó al pueblo a realizarse a sí mismo, a tomar conciencia de sus acciones, a coger las riendas de su vida y de sus luchas, a reclamar y pelear por lo que le pertenece, a desarrollar a través de esta gesta su ciencia y su arte.

Cuando estudiaba derecho y filosofía en la universidad, estudió historia de la literatura. Esta cercanía con el arte no es un dato casual. Como apunta Mijail Lifschitz, “Marx resolvió la cuestión del valor estético con el descubrimiento del fetichismo mercantil y así llega a la solución del problema de lo subjetivo y lo objetivo en la economía[8]” En la sociedad capitalista las cosas son bellas o feas, aceptadas o rechazadas de acuerdo al lugar que ocupan en la escala de valores del mercado. El arte o la creación estética no escapan a esto. Marx fue un severo juez de los escritores, músicos y pintores, a quienes calificaba de acuerdo a la época que habían vivido y a lo mucho o poco con que habían contribuido a despertar al mundo de la falsa conciencia.

Uno de los poemas que redactó cuando era estudiante, dice que “un marinero es despertado de los sueños por una tormenta: quiere salir, dejar tras de sí las cálidas y apacibles ciudades; se echará a la mar y , dejando que se hinche la vela de su barca, mantendrá el rumbo guiándolo por las estrellas inmóviles, luchará contra las olas y el viento, sentirá el placer de toda su fuerza en tensión, con la sangre batiéndole en el pecho ante el peligro; retará al mar y lo vencerá porque en él yacen los huesos de su hermano. En otra balada, un segundo marinero, asaltado por el canto de las sirenas, les dice a la cara (…) que sus cantos son traicioneros y que en sus fríos abismos no arde la llama de ningún Dios eterno[9]” En esta composición del joven Marx vemos señales de la conducta que lo caracterizarán de por vida y con las cuales dará el sello al carácter del luchador proletario. La capacidad para entrar en la tormenta y mantener el rumbo fijo, la solidaridad entre hermanos, y la habilidad para reconocer al discurso falaz. Marx desde sus años tempranos nos entregaba el legado de la lucha de clases, la ejemplaridad en la solidaridad proletaria y la pulcritud metodológica en el debate teórico. Características que hoy, a pesar de la derrota, a pesar de los gobiernos asesinos del pueblo, los jóvenes de sus entrañas, los estudiantes y los trabajadores de toda condición deben elevar a la práctica, para construir un mundo nuevo, que es más necesario que nunca.

Marx al igual que nosotros, fracasó. En las luchas revolucionarias de las décadas del cuarenta al setenta, durante el siglo XIX. Pero él entendía lo que era luchar, y por lo tanto comprendía bien en qué momento se lucha, con qué armas, cuando y dónde, así como el privilegio que se le deben dar a ciertas formas de lucha y por qué. Una forma de luchar para Marx, muy necesaria, urgente en aquella época auroral del socialismo científico, era la lucha teórica, y él se dedicó con esfuerzo a esto. Sin embargo, cuando el pueblo mostraba ciertos niveles de organización y de pelea, Marx sabía volver a la carga, a través de la lucha política. Como explica Lenin: “La época de reanimación de los movimientos democráticos, a fines de la década del 50 y en la década del 60, llama de nuevo a Marx al trabajo práctico[10]” Y Marx volvió a la carga, y lo haría toda su vida, sino era en la lucha política de organización, lo hacía en la lucha teórica de investigación, sistematización y planteamiento, de difusión. Así como nos lego esa gran tarea en la que el socialismo viene fracasando ya muchas décadas, la lucha económica, la generación del poder popular alternativo a partir de la autogestión proletaria. La continuación de lo que él aportó en el titánico texto “El Capital”.

Marx, viejo “reunidor de hombres de diversos pueblos, y organizador incansable y pujante (…) estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos[11]”, en las palabras de José Martí, aquel gran poeta y revolucionario cubano y latinoamericano. Marx o el “Moro” como le decían sus hijas, no descuidó la tarea de la organización del pueblo en sus espacios naturales. El entendió la tarea de su época, ante el caos que plantea el capitalismo y su economía caótica, el único camino que se vislumbra posible es el de la organización del pueblo. Pero Marx también plantea la organización de la clase destinada a transformar la historia, la clase obrera, en un Partido único, el Partido Comunista. Y a este llamamiento lo nombró - con Engels - Manifiesto del Partido Comunista, y no como ahora lo llaman Manifiesto Comunista simplemente, se intenta soslayar la importancia de la organización de la clase obrera en una maquinaria para desarrollar la conquista del poder.

Se necesita el Partido como enseñará Marx y como concretara Lenin, para hacer la revolución. Para destruir el viejo Estado y empezar a levantar uno nuevo, que socializará la producción, que humanizará al hombre, que socializará al humano. Los momentos que vivimos son para afincar en nuestras conciencias los deseos de construir un mundo mejor que deben anidar en todo revolucionario, y esa acción sólo será eficaz si entendemos plenamente que toda acción revolucionaria lleva en su seno la fuerza aniquiladora de todo lo viejo, mientras que esto viejo perpetúe la deshonra, la explotación, la ignominia, el abuso, la corrupción, la indignidad y la miseria.

Mariátegui decía que: “La crisis mundial no es sólo política, económica y filosófica. Es también una crisis artística. No hay sino búsquedas. La época es revolucionaria. Más que una época de creación es una época de destrucción[12]” Y no se equivocaba, la relación que Marx halla entre la creación intelectual y artística humanas y el valor que la sociedad les da como resultado del mercado, nos lleva al entendimiento de que sólo una cultura nuestra, una literatura nuestra, una poesía y un arte nuestros van a poder ser totales, democráticos, extensivos e integrales, si los desarrollamos a la par que en la lucha por un mundo nuevo, en nombre del ser humano, en nombre de la naturaleza, en nombre del socialismo. Vivimos una época de destrucción sí, pero sólo si esta destrucción está enmarcada y dirigida por la edificación de un mundo nuevo, honrado, pacífico, justo y solidario.

Al principio decíamos que Marx gustaba del arte, gustaba de la belleza. Si la belleza es “la armonía del misterio[13]” como señalaba Eguren, Marx, al resolver el misterio de la anarquía de la producción encuentra por fin esa armonía que el caos social no se permite en su despliegue. Marx que gustaba de Beethoven, comprendía la amalgama musical de melodía, armonía y ritmo, y rompe con la disonancia que genera el capitalismo con la vida. Ordena el ejercicio del pensamiento, pone de pie a Hegel, lanza la consigna de transformar el mundo y no sólo de interpretarlo, no es un lector del mundo, es su fautor. Su creador. Su Prometeo.

Marx es entonces aquel que le da a la ciencia, instrumento humano, por primera vez un objetivo preciso, el de servir a una clase social en pro de la humanidad. Por ello el marxismo, al igual que el arte, no es un todo acabado, pues se va gestando en los diversos estadios de esta inmensa lucha por desarrollar el poder de esta clase a quien la ciencia debe servir como instrumento de independencia. Eguren al definir la belleza, decía que “el arte no la alcanza totalmente, por esto la composición artística es un movimiento constante y sugerente[14]”. Marx, al desentrañar el misterio idealista de la vida social y remediarlo dialécticamente, le da armonía, equilibrio, al origen y desarrollo de las relaciones sociales y al proponer la revolución de estas, no cree en el mundo que vive, ni en el que va a vivir mientras lucha, sino en el que va a ser el resultante de esta proeza, que al igual que la composición artística, varía, continúa y provoca.

Pero para esto necesitamos actuar. Actuar y estudiar, estudiar y actuar. Dialécticamente. No por orden de importancia, sino al mismo tiempo. Pensar mientras actuamos, actuar mientras pensamos y no como otros quisieran. No el retroceder a épocas irracionales. Si bien es cierto la nueva ciencia como decía Marx sólo la veremos en la nueva sociedad, esa ciencia hay que crearla y para hacerlo hay que comenzar ayer. Hoy ya sería muy tarde. Como dijo Engels ante la tumba de Marx: “Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuera el goce que pudiera dispararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica tal vez no podía preverse aún en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se trataba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia revolucionadora en la industria y en el desarrollo histórico en genera[15]”. Y como hombre de acción, organizador del proletariado, por ende del mundo nuevo, Marx, no se entusiasmaba por los avances del conocimiento en tanto lo hacían más preparado, o para entretenerse con abstracciones alejadas de los problemas actuales del orbe. No, Marx se alegraba por el desarrollo de la ciencia, siempre y cuando estuviera al servicio del hombre como derrotero para conquistar la liberación de la clase obrera.

Y Engels agrega: “Pues Marx era, ante todo, un revolucionario[16]” Sí, un revolucionario, y revolucionarios es lo que necesita el mundo en estos momentos. Revolucionarios como Marx y como Engels. Y como Mariátegui. La transformación de esta miserable sociedad en la que nos hallamos no se va a dar por acción del destino, como algunos creen o en el más allá, la transformación social, la revolución socialista la tenemos que hacer nosotros.

Y, sólo entonces, tendremos nuestra literatura, nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra técnica, verdaderamente nuestros, porque como apuntara ese gran italiano, tan parecido a nuestro amauta Mariátegui en sus planteamientos, porque al igual que él fue un gran discípulo de Marx y de Lenin, decía Antonio Gramsci: “Un nuevo grupo social que entra en hegemonía en la vida histórica, con una seguridad de sí que antes no poseía, tiene que promover su íntima personalidad para manifestarse cabalmente en determinado sentido, cosa para la que con anterioridad no se encontró con la fuerza suficiente[17]” Es decir, que este nuevo grupo social necesario, tan urgente, que estará constituido por obreros y campesinos, amas de casa y mineros, indígenas y profesores, estudiantes y artistas, científicos y empleados, va a hacer oir su voz y va a tener personalidad propia, la personalidad que le da la clase social a la cual pertenecen o con la que se identifican, la seguridad que les da el luchar por la libertad, por el bien del pueblo, por el equilibrio en el planeta. La firmeza que da la defensa de los principios, la custodia de la justicia. Y quiere decir también, que nosotros tenemos el derecho y el deber de formar parte de ese nuevo grupo social, de esa nueva conciencia, es nuestra oportunidad histórica, no la desperdiciemos.

¿Y, cómo podremos hacer para continuar en esta hermosa revolución, la ruta de Marx?, ¿Cómo haremos para ser mejores que Marx? Sobre el camino de Marx y de la revolución, Mariátegui dice: “Lenin nos prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable de una revolución, que el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx[18]”. Y eso debe cumplirse, si es verdad lo que desde tiempos inmemoriales los pueblos enseñan, el que todo discípulo debe superar al maestro.

El 14 de marzo de 1883, abatido por años de penurias, la muerte reciente de su esposa y de su hija, las enfermedades y la crisis del movimiento popular, Marx fallece. Ese titán del socialismo, el defensor más grande de los explotados y oprimidos de todos los pueblos del mundo, muere. Su biografía cuenta que a pesar de la enfermedad, “Marx se había levantado de la cama y había ido al despacho a sentarse a su mesa de trabajo. Engels se acercó; le tomó el pulso y escuchó su respiración: ambos se habían detenido[19]” Hasta el final de su vida Marx demostró el compromiso verdadero que había adquirido con la clase obrera, trabajando hasta el día de su muerte. Entre sus viejos papeles, se halló un poema, en donde un joven Marx que aún no había roto con la poesía como autor, decía: “No hay límites aún a mi osadía/ que me empuja a un cansancio interminable/ y destierra la apatía y el silencio/ hacia el fondo del abismo de la nada[20]

Nosotros, que lo recordamos en el 190 aniversario de su nacimiento, que somos su familia peruana, porque Marx tiene familia en todos los países, ¿Vamos a quedarnos con los brazos cruzados o vamos a luchar? Marx enseñó que no hay límites para la osadía de querer ser libres, y que aunque esta lucha sea dura, cansada, interminable, debemos desterrar la apatía, el silencio, el abismo, y gritar nuestras consignas. Debemos, salir al campo de batalla y levantar bien en alto el puño valiente y las banderas del marxismo, del comunismo, del proletariado, Prometeo navegante en ese inmenso mar que es el pueblo. Agitemos, coreando con Marx así como él enseñó, con todas nuestras eternas fuerzas; ¡Proletarios de todos los países, uníos!

Muchas Gracias.

[1] LAFARGE, Paul. Los gustos literarios de Marx. En: MARX, Karl – ENGELS, Friedrich. Sobre arte y literatura (Editor: Valeriano Bozal). Editorial Ciencia Nueva, S.L. Madrid – España. Pág. 219.
[2] MARX, Karl. Goethe. En: MARX, Karl – ENGELS, Friedrich. Cuestiones de arte y literatura (Editor: Carlo Salinari). Ediciones Península. Barcelona – España, 1975. Pág. 119.
[3] MEHRING, Franz. Los gustos literarios de Marx. En: MARX, Karl – ENGELS, Friedrich. Sobre arte y literatura (Editor: Valeriano Bozal). Editorial Ciencia Nueva, S.L. Madrid – España Pág. 227.
[4] MARX, Karl. Balzac y el realismo. En: MARX, Karl – ENGELS, Friedrich. Textos sobre la producción artística (Editor: Valeriano Bozal). Comunicación. Madrid – España, 1972. Pág. 167.
[5] Ibíd.
[6] VALLEJO, César. Los artistas ante la política (Noviembre de 1927) En: Literatura y Arte. Textos Escogidos. Ediciones del Mediodía. Buenos Aires – Argentina, 1966. Pág. 49.
[7] FALCÓN MARTÍNEZ, Constantino, FERNÁNDEZ – GALIANO, Emilio y LÓPEZ MELERO, Raquel. Diccionario de Mitología Clásica (Tomo II). Alianza Editorial. Madrid – España, 1996. Pág. 540.
[8] LIFSCHITZ, Mijail. Karl Marx y la estética. Editorial Arte y Literatura. La Habana – Cuba, 1976. Pág. 191.
[9] MARX, Karl. Balada. En: WILSON, Edmund. Hacia la Estación de Finlandia. Ensayo sobre la forma de escribir y hacer historia. Alianza Editorial, S.A. Madrid – España, 1972. Pág. 143.
[10] LENIN, V.I. Carlos Marx (1913). En: Las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo. Editorial Latinoamericana. Lima – Perú, 1988. Pág. 16.
[11] MARTÍ, José. Karl Marx ha muerto (Crónica publicada en La Nación, en Argentina, el 29 de marzo de 1883) En: HART, Armando. Marx & Engels y la Condición Humana. Una visión desde Latinoamérica. Ocean Sur. S/P. S/F, Pág. 194.
[12] MARIÁTEGUI, José Carlos. Instantáneas (Reportaje publicado en Variedades, el 26 de mayo de 1923) En: La Novela y la Vida. Siegfried y el Profesor Canela. Ensayos Sintéticos. Reportajes y Encuestas. Empresa Editora Amauta. Lima – Perú, 1974. Pág. 141.
[13] EGUREN, José María. Reportaje (Publicado en Variedades en 1923) En: NUÑEZ, Estuardo (Editor) Motivos Estéticos. Notas sobre el arte y la naturaleza. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima – Perú, 1929. Pág. 225.
[14] Ibíd. Pág. 225.
[15] ENGELS, Friedrich. Ante la tumba de Carlos Marx. En: HART, Armando. Marx & Engels y la Condición Humana. Una visión desde Latinoamérica. Ocean Sur. S/P. S/F, Pág. VIII.
[16] Ibíd.
[17] GRAMSCI, Antonio. Arte y Cultura. En: La Formación de los Intelectuales. Editorial Grijalbo, S.A. México, D.F. – México, 1967. Pág. 110.
[18] MARIÁTEGUI, José Carlos. Defensa del Marxismo. Empresa Editora Amauta. Lima – Perú, 1988. Pág. 126.
[19] WILSON, Edmund. Hacia la Estación de Finlandia. Ensayo sobre la forma de escribir y hacer historia. Alianza Editorial, S.A. Madrid – España, 1972. Pág. 392.
[20] MARX, Karl. Poema. En: BLUMENBERG, Werner. Marx. Salvat Editores, S.A. Barcelona – España, 1985. Pág. 40.

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