[1]
Por: Martin Guerra[2].
Vargas - Venezuela, 12 de setiembre de 2008.
Los compañeros venezolanos trabajan mucho por la revolución. Es este un proceso diferente a todo lo que se hizo en América Latina y aún en el mundo. Claro que todos los fenómenos sociales son disímiles, pero nos referimos a que el contraste radica especialmente en la forma en la que se ha gestado esta revolución, en sus motores sociales, en las evocaciones subjetivas y políticas de las que hace gala la Revolución Bolivariana. Con mil influencias y sin asimilar ninguna al 100%, este novísimo sumario de sincretismo de cultura política, se ha enfrentado con convicción a cada uno de los escollos que le ha tocado burlar en su devenir hacia el poder. No obstante, no son suficiente ganas, esfuerzo y espíritu de aprendizaje. Hace falta una teoría revolucionaria.
Discutíamos en un transporte, con varios compañeros sobre la situación de no quedarse sólo en el gobierno sino en la necesidad urgente de tener el poder. La mayor parte de los dirigentes juveniles y varios dirigentes de base adultos y mayores, a diferencia del año pasado, ya están conscientes de eso, no tanto por un esclarecimiento de orden teórico únicamente, sino principalmente, por la presión que ha puesto sobre ellos la realidad. Tomar el poder, insistimos. Sin embargo, nos aclaran: no hay que tomar el poder, hay que construirlo. Y después poco más allá, ya en un barrio nos dicen lo mismo. La razón la encontramos rápido en las librerías y en el material de difusión que se estudia aquí en la patria de Bolívar. A diferencia del año anterior, no explicamos que es obvio que la revolución implica la construcción de un nuevo tipo de poder así como la de un ser humano de nuevo tipo. Tampoco sobre lo que significa la toma del poder. Sólo escuchábamos y reflexionábamos. Se necesitaba entender el proceso de las ideas en esta revolución para plantear bien la discrepancia. Preferimos entonces escribirla, aunque pudimos decir todo después, ya que habíamos sido invitados por la noche a exponer nuestras ideas.
Pensamiento burgués y pensamiento socialista.
Lo que separa el pensamiento burgués del pensamiento socialista, es que el primero halló en la razón, la base para poder inmovilizar el tiempo a partir de una supuesta explicación lógica de los fenómenos de la vida social, situación que les era muy conveniente para el monopolio del poder y para crear una historia de la humanidad de acuerdo a sus necesidades. No en balde por más que se señale que el positivismo ya no existe, vivimos una era de neo positivismo, en donde más importa la semántica, las categorizaciones y las reconstrucciones metalingüísticas que la realidad misma en el debate científico y también político. Lamentablemente muchos dirigentes populares reciben influencia de estas formas de plantear el pensamiento. La corriente crítica al leninismo, que muchas veces no entiende o no quiere entender lo que es, ha creado, vía Europa, una “nueva teoría revolucionaria”, tan parecida a la de los grandes teóricos revisionistas de la Segunda Internacional. Es más, se apoya en sus teóricos Bernstein y Kautsky. Mientras que el pensamiento socialista se construye y regenera a partir de la práctica, pero no en un ejercicio autónomo, sino en constante dialéctica con la teoría. En realidad la visión que de teoría y práctica se tiene en el proceso revolucionario, es aún muy burguesa. Para nosotros la teoría y la práctica son sólo dos funciones de la acción transformadora y revolucionaria. Aunque guardan relaciones entre sí.
En el Perú también habíamos leído y escuchado sobre la construcción del poder, sobretodo en los últimos años. Y habíamos también, debatido fuertemente.
¿Qué entraña la visión de “Construir el poder”?
Hay dos razones subyacentes en la aparente fraseología de “construir el poder”, y que los jóvenes y honestos dirigentes reproducen sin darse cuenta, ni entrar en consideración:
Construir el poder es ignorar que el poder lo tiene la derecha. La frase “Construir el poder” es en sí bonita, suena a trabajo, a esforzarse, a luchar por sentar las bases de un espacio de desarrollo popular. Puede inclusive, impulsar el aporte subjetivo. Pero, cuando se lucha contra el capitalismo como sistema hay que ser claros y no dejarse llevar por frases, muy por el contrario, la realidad debe aclararse con la palabra y no esta enrarecer la verdad. Ahora, cuando se habla de tomar el poder o construirlo, no se trata solamente del concepto exacto o de la frase. Hay que ver la realidad. Partimos de entender que el poder que mantiene hegemónicamente la derecha en el mundo, ha sido desarrollado a partir de la lucha contra las antiguas formas de producción feudal, desde la aparición de la libertad del mercado, en la lucha por la defensa de los derechos fundamentales de la persona. El orden burgués y su aparto ideológico (jurídico, religiosos, cultural y político) para existir y perennizarse tuvo que tomar el poder que mantenía el Estado feudal, y durante mucho tiempo se asentó sobre ciertas bases del edificio anterior.
Por eso hablamos de tomar el poder. Es decir, arrebatarle ahora a la burguesía el monopolio del poder y, ahí sí, construir un poder de nuevo tipo. El riesgo de no tener esta visión es que se puede pensar que se puede construir el poder por fuera de los aparatos económicos del Estado. No debemos olvidar que todo el aparato del Estado burgués está creado principalmente para el usufructo económico. Y, no nos olvidemos tampoco, que en toda la nueva ola revolucionaria en América Latina, no hay un solo país en donde este usufructo no haya sido cortado de raíz, es decir, en ningún país se ha tomado el poder. Y –aunque a muchos compañeros les parezcan viejas teorías – la producción aún no se ha socializado y la propiedad privada de los medios de producción campea. Generándose muchas formas de explotación de los trabajadores y la reproducción de una sociedad corrupta, además de la burocracia. Se tienen gobiernos y eso es muy bueno, pero no hay que perder la perspectiva. Hay que tomar el poder.
Construir el poder es no tomarlo. Además de todo le expuesto en el primer punto, es necesario explicar que la concepción de “Construir el poder” implica también una estrategia revolucionaria hacia el socialismo. Decíamos que el capitalismo tuvo que tomar el poder que poseían los feudales. No construyó un poder por fuera, aunque, creó pensadores, dirigentes políticos, el proceso de la ilustración y el enciclopedismo, los postulados nuevos de la economía de mercado, etc. Pero, surgió de la entraña de las contradicciones del régimen feudal y necesitó capturar el Estado para tener el poder. Lo que no se entiende con la frase y el concepto de “construir el poder”, es lo mismo que no se entiende de la concepción del Estado. El socialismo es también una teoría del Estado, de cómo tomarlo y de cómo desmontarlo. Esto quiere decir, que hay que entender que el Estado no es sólo el aparato económico, político, legal y militar que detenta una clase para oprimir a otra, sino que esta formado también por los fenómenos sociales que anidan en él y que produce. El pensar sobre una construcción del poder desde afuera del Estado, o desde dentro pero sin asaltar las bases económicas del dominio burgués; a pesar de parecer un concepto juvenil, un motor que impulse a la acción, apela en realidad a una sociedad inmóvil. Es decir, una sociedad que se organiza para tener un poder que represente al pueblo, pero sin la capacidad de desaparecer a la clase que los oprime, como clase por supuesto, es una sociedad que puede quedarse inmovilizada en el discurso o en el mito, pero que no va a comprender que para llegar al socialismo necesariamente hay que arrebatar el poder y no sólo obtener el gobierno. En el fondo es pensamiento socialdemócrata rediseñado con palabras nuevas.
Nadie niega los grandes logros de los gobiernos como los de Venezuela y Bolivia por ejemplo, en materia de beneficios sociales, defensa de la patria y nacionalización de los recursos, pero el creer que todo va por ese camino nada más, es ignorar las capacidades de la derecha y su logística millonaria y científica para atacar los procesos. Va a llegar el momento en que la difícil convivencia con la derecha va a significar una ruptura definitiva, que destruya la revolución o que consolide el ascenso de las masas hacia el poder. Y ese ascenso será violento. Violento porque defiende sus derechos con todas sus fuerzas, violento porque destruye formas económicas y políticas de explotación, violento porque termina con la vieja estructura de poder burgués y consolida el poder proletario. Y eso es tomar el poder, lo otro, construirlo, es decir inmovilizar la sociedad, proscribir la violencia revolucionaria como capacidad para derrocar económicamente a la derecha, creyendo que se puede convivir robusteciendo un Estado popular, no es socialismo ni concepción revolucionaria de la historia, sino reformismo.
Sin embargo hay que avanzar.
Esos son los riesgos de hablar sobre “Construir el poder y no tomar el poder”, frase que evidencia una concepción y lleva a cabo una estrategia. Idea que pertenece a un sector de una clase social a quien le cuesta mucho radicalizar sus demandas y sus planteamientos. Pensamiento que responde también al trabajo paciente, apoyado por toda una subvención económica europea, de la socialdemocracia, para que los jóvenes dirigentes que salen más de los centros de estudio superior y de la pequeña burguesía más que de la clase obrera o del campesinado en esta fase de la revolución, eleven a la categoría de estrategia revolucionaria. Por lo mismo hay que estudiar, debatir, polemizar, aprender de lo que dicta la realidad y analizar al Estado burgués como un todo, político, económico y social, y no separarlo. Y sobretodo, dejar que la clase obrera ocupe su rol dirigencial en las tareas de la revolución socialista.
La creación del poder alternativo, antesala de la toma del poder, significa arrebatarle a la burguesía los dictados económicos sobre la relación capital – trabajo, de forma geográfica, social y política. Mantener territorios productivos liberados y población inmersa en este proceso. Porque de triunfar esta visión de “construir el poder y no tomarlo” entre los jóvenes dirigentes, que tienen grandes perspectivas y buenas intenciones, devendría lamentablemente el triunfo reformista de la revolución.
Es eso lo que le dijimos con toda solidaridad y camaradería a los jóvenes dirigentes de la revolución bolivariana en Venezuela, ante sus preguntas y sus contradicciones.
9:00 PM.
[1] Este artículo fue publicado en Argenpress.info (argenpress.com) y en la revista virtual dirigida por Raúl Isman, “Redacción Popular” (redaccionpopular.com) en la sección Filosofía y Teoría Social, el 15 de setiembre de 2008.
[2] Miembro de la Comisión Política del Movimiento José María Arguedas (MOVJMA) del Perú. Director del periódico En Marcha.
Por: Martin Guerra[2].
Vargas - Venezuela, 12 de setiembre de 2008.
Los compañeros venezolanos trabajan mucho por la revolución. Es este un proceso diferente a todo lo que se hizo en América Latina y aún en el mundo. Claro que todos los fenómenos sociales son disímiles, pero nos referimos a que el contraste radica especialmente en la forma en la que se ha gestado esta revolución, en sus motores sociales, en las evocaciones subjetivas y políticas de las que hace gala la Revolución Bolivariana. Con mil influencias y sin asimilar ninguna al 100%, este novísimo sumario de sincretismo de cultura política, se ha enfrentado con convicción a cada uno de los escollos que le ha tocado burlar en su devenir hacia el poder. No obstante, no son suficiente ganas, esfuerzo y espíritu de aprendizaje. Hace falta una teoría revolucionaria.
Discutíamos en un transporte, con varios compañeros sobre la situación de no quedarse sólo en el gobierno sino en la necesidad urgente de tener el poder. La mayor parte de los dirigentes juveniles y varios dirigentes de base adultos y mayores, a diferencia del año pasado, ya están conscientes de eso, no tanto por un esclarecimiento de orden teórico únicamente, sino principalmente, por la presión que ha puesto sobre ellos la realidad. Tomar el poder, insistimos. Sin embargo, nos aclaran: no hay que tomar el poder, hay que construirlo. Y después poco más allá, ya en un barrio nos dicen lo mismo. La razón la encontramos rápido en las librerías y en el material de difusión que se estudia aquí en la patria de Bolívar. A diferencia del año anterior, no explicamos que es obvio que la revolución implica la construcción de un nuevo tipo de poder así como la de un ser humano de nuevo tipo. Tampoco sobre lo que significa la toma del poder. Sólo escuchábamos y reflexionábamos. Se necesitaba entender el proceso de las ideas en esta revolución para plantear bien la discrepancia. Preferimos entonces escribirla, aunque pudimos decir todo después, ya que habíamos sido invitados por la noche a exponer nuestras ideas.
Pensamiento burgués y pensamiento socialista.
Lo que separa el pensamiento burgués del pensamiento socialista, es que el primero halló en la razón, la base para poder inmovilizar el tiempo a partir de una supuesta explicación lógica de los fenómenos de la vida social, situación que les era muy conveniente para el monopolio del poder y para crear una historia de la humanidad de acuerdo a sus necesidades. No en balde por más que se señale que el positivismo ya no existe, vivimos una era de neo positivismo, en donde más importa la semántica, las categorizaciones y las reconstrucciones metalingüísticas que la realidad misma en el debate científico y también político. Lamentablemente muchos dirigentes populares reciben influencia de estas formas de plantear el pensamiento. La corriente crítica al leninismo, que muchas veces no entiende o no quiere entender lo que es, ha creado, vía Europa, una “nueva teoría revolucionaria”, tan parecida a la de los grandes teóricos revisionistas de la Segunda Internacional. Es más, se apoya en sus teóricos Bernstein y Kautsky. Mientras que el pensamiento socialista se construye y regenera a partir de la práctica, pero no en un ejercicio autónomo, sino en constante dialéctica con la teoría. En realidad la visión que de teoría y práctica se tiene en el proceso revolucionario, es aún muy burguesa. Para nosotros la teoría y la práctica son sólo dos funciones de la acción transformadora y revolucionaria. Aunque guardan relaciones entre sí.
En el Perú también habíamos leído y escuchado sobre la construcción del poder, sobretodo en los últimos años. Y habíamos también, debatido fuertemente.
¿Qué entraña la visión de “Construir el poder”?
Hay dos razones subyacentes en la aparente fraseología de “construir el poder”, y que los jóvenes y honestos dirigentes reproducen sin darse cuenta, ni entrar en consideración:
Construir el poder es ignorar que el poder lo tiene la derecha. La frase “Construir el poder” es en sí bonita, suena a trabajo, a esforzarse, a luchar por sentar las bases de un espacio de desarrollo popular. Puede inclusive, impulsar el aporte subjetivo. Pero, cuando se lucha contra el capitalismo como sistema hay que ser claros y no dejarse llevar por frases, muy por el contrario, la realidad debe aclararse con la palabra y no esta enrarecer la verdad. Ahora, cuando se habla de tomar el poder o construirlo, no se trata solamente del concepto exacto o de la frase. Hay que ver la realidad. Partimos de entender que el poder que mantiene hegemónicamente la derecha en el mundo, ha sido desarrollado a partir de la lucha contra las antiguas formas de producción feudal, desde la aparición de la libertad del mercado, en la lucha por la defensa de los derechos fundamentales de la persona. El orden burgués y su aparto ideológico (jurídico, religiosos, cultural y político) para existir y perennizarse tuvo que tomar el poder que mantenía el Estado feudal, y durante mucho tiempo se asentó sobre ciertas bases del edificio anterior.
Por eso hablamos de tomar el poder. Es decir, arrebatarle ahora a la burguesía el monopolio del poder y, ahí sí, construir un poder de nuevo tipo. El riesgo de no tener esta visión es que se puede pensar que se puede construir el poder por fuera de los aparatos económicos del Estado. No debemos olvidar que todo el aparato del Estado burgués está creado principalmente para el usufructo económico. Y, no nos olvidemos tampoco, que en toda la nueva ola revolucionaria en América Latina, no hay un solo país en donde este usufructo no haya sido cortado de raíz, es decir, en ningún país se ha tomado el poder. Y –aunque a muchos compañeros les parezcan viejas teorías – la producción aún no se ha socializado y la propiedad privada de los medios de producción campea. Generándose muchas formas de explotación de los trabajadores y la reproducción de una sociedad corrupta, además de la burocracia. Se tienen gobiernos y eso es muy bueno, pero no hay que perder la perspectiva. Hay que tomar el poder.
Construir el poder es no tomarlo. Además de todo le expuesto en el primer punto, es necesario explicar que la concepción de “Construir el poder” implica también una estrategia revolucionaria hacia el socialismo. Decíamos que el capitalismo tuvo que tomar el poder que poseían los feudales. No construyó un poder por fuera, aunque, creó pensadores, dirigentes políticos, el proceso de la ilustración y el enciclopedismo, los postulados nuevos de la economía de mercado, etc. Pero, surgió de la entraña de las contradicciones del régimen feudal y necesitó capturar el Estado para tener el poder. Lo que no se entiende con la frase y el concepto de “construir el poder”, es lo mismo que no se entiende de la concepción del Estado. El socialismo es también una teoría del Estado, de cómo tomarlo y de cómo desmontarlo. Esto quiere decir, que hay que entender que el Estado no es sólo el aparato económico, político, legal y militar que detenta una clase para oprimir a otra, sino que esta formado también por los fenómenos sociales que anidan en él y que produce. El pensar sobre una construcción del poder desde afuera del Estado, o desde dentro pero sin asaltar las bases económicas del dominio burgués; a pesar de parecer un concepto juvenil, un motor que impulse a la acción, apela en realidad a una sociedad inmóvil. Es decir, una sociedad que se organiza para tener un poder que represente al pueblo, pero sin la capacidad de desaparecer a la clase que los oprime, como clase por supuesto, es una sociedad que puede quedarse inmovilizada en el discurso o en el mito, pero que no va a comprender que para llegar al socialismo necesariamente hay que arrebatar el poder y no sólo obtener el gobierno. En el fondo es pensamiento socialdemócrata rediseñado con palabras nuevas.
Nadie niega los grandes logros de los gobiernos como los de Venezuela y Bolivia por ejemplo, en materia de beneficios sociales, defensa de la patria y nacionalización de los recursos, pero el creer que todo va por ese camino nada más, es ignorar las capacidades de la derecha y su logística millonaria y científica para atacar los procesos. Va a llegar el momento en que la difícil convivencia con la derecha va a significar una ruptura definitiva, que destruya la revolución o que consolide el ascenso de las masas hacia el poder. Y ese ascenso será violento. Violento porque defiende sus derechos con todas sus fuerzas, violento porque destruye formas económicas y políticas de explotación, violento porque termina con la vieja estructura de poder burgués y consolida el poder proletario. Y eso es tomar el poder, lo otro, construirlo, es decir inmovilizar la sociedad, proscribir la violencia revolucionaria como capacidad para derrocar económicamente a la derecha, creyendo que se puede convivir robusteciendo un Estado popular, no es socialismo ni concepción revolucionaria de la historia, sino reformismo.
Sin embargo hay que avanzar.
Esos son los riesgos de hablar sobre “Construir el poder y no tomar el poder”, frase que evidencia una concepción y lleva a cabo una estrategia. Idea que pertenece a un sector de una clase social a quien le cuesta mucho radicalizar sus demandas y sus planteamientos. Pensamiento que responde también al trabajo paciente, apoyado por toda una subvención económica europea, de la socialdemocracia, para que los jóvenes dirigentes que salen más de los centros de estudio superior y de la pequeña burguesía más que de la clase obrera o del campesinado en esta fase de la revolución, eleven a la categoría de estrategia revolucionaria. Por lo mismo hay que estudiar, debatir, polemizar, aprender de lo que dicta la realidad y analizar al Estado burgués como un todo, político, económico y social, y no separarlo. Y sobretodo, dejar que la clase obrera ocupe su rol dirigencial en las tareas de la revolución socialista.
La creación del poder alternativo, antesala de la toma del poder, significa arrebatarle a la burguesía los dictados económicos sobre la relación capital – trabajo, de forma geográfica, social y política. Mantener territorios productivos liberados y población inmersa en este proceso. Porque de triunfar esta visión de “construir el poder y no tomarlo” entre los jóvenes dirigentes, que tienen grandes perspectivas y buenas intenciones, devendría lamentablemente el triunfo reformista de la revolución.
Es eso lo que le dijimos con toda solidaridad y camaradería a los jóvenes dirigentes de la revolución bolivariana en Venezuela, ante sus preguntas y sus contradicciones.
9:00 PM.
[1] Este artículo fue publicado en Argenpress.info (argenpress.com) y en la revista virtual dirigida por Raúl Isman, “Redacción Popular” (redaccionpopular.com) en la sección Filosofía y Teoría Social, el 15 de setiembre de 2008.
[2] Miembro de la Comisión Política del Movimiento José María Arguedas (MOVJMA) del Perú. Director del periódico En Marcha.
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