Tomemos el ejemplo de la vocación revolucionaria del Comandante
Luis De la Puente Uceda:
Maestro y vigía de la Revolución.[1]
Por: Martín Guerra.
El 23 de octubre de 1965, ingresó en el panteón de los héroes del pueblo, el abogado trujillano, peruano, comunista y combatiente revolucionario internacionalista, Comandante General del MIR, Luis De la Puente Uceda. Su posición en todos los espacios mencionados, fue caracterizada siempre por la constancia, la consecuencia y la creación revolucionaria.
Ráfagas homicidas de la represión burguesa cegaron la vida de uno de nuestros jefes más decididos, sin embargo sus acciones constituyen una visión clara respecto al camino que todo revolucionario debe seguir.
Cuando fue estudiante, De la Puente, dirigente estudiantil del Apra en aquella época, inicia una crítica interna al partido de Haya de la Torre, principalmente para oponerse a la coalición del Partido Aprista y el pradismo, esta alianza impedía toda transformación en el terreno agrario. De la Puente, que preparaba entonces una tesis titulada “Hacia la Reforma Agraria en el Perú“, observó con asombro el giro cada vez más pro-imperialista del Apra. Ante esto fue gestor en 1959, del “Comité Aprista de Defensa de los Principios Doctrinarios y de la Democracia Interna”, a través del periódico “Voz Aprista”, intentó “luchar internamente en defensa de los principios originales”. Como todo revolucionario, se guiaba por los preceptos de la unidad contra el imperialismo y la burguesía vende patria, sin embargo su facción fue expulsada en la IV Convención del Partido Aprista en el mismo año. En 1960, con su periódico “Voz Aprista Rebelde” levanta los principios de la nueva “Apra Rebelde”, que en 1962 al hacerse marxista-leninista cambia al nombre de Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).[2] El odio aprista siempre perseguiría al Comandante, llegando inclusive a intentos de homicidio: Era el odio de los enemigos del pueblo.
La correlación de fuerzas internacional, la entrega del Perú a los “barones del agro”, la presencia de la influencia militar y explotación militar de los EE.UU., así como el triunfo de la Revolución Cubana; hechos que constata en persona a través de sus viajes a África, Europa, Asia, Cuba y otros lugares de Latinoamérica, lo impulsan junto con la dirección y las bases del MIR a iniciar las acciones guerrilleras, un 9 de junio de 1965 en el centro del país. Belaúnde los califica de abigeos, negando ante el mundo la importancia de la insurrección. La prensa servil los denomina “guerrigeos”, había que hacer pasar a los héroes del pueblo como asesinos y ladrones. La penetración norteamericana era tan fuerte que la Central de Inteligencia Americana (CIA) infiltra las organizaciones estudiantiles y sindicales, con el fin de obtener datos de los guerrilleros. Algunos puntos débiles como lo vulnerable de la organización, la deficiencia de apoyo logístico, etc. facilitaron la fuga de información. Es en aquella época que el Comandante señala: “El MIR no es el partido único de la revolución, sino un factor del proceso que marcha hacia la formación del partido de la revolución peruana, y como tal, lo interesante es tomar la iniciativa porque es en el campo de la acción en donde se encontrarán las respuestas”.
Nuevamente el Apra, convertida cada vez más, en bisagra del imperialismo en el Perú, a través de su líder máximo Haya de la Torre ataca en diferentes ediciones de “La Tribuna”, órgano oficial de prensa del Partido Aprista: “¿Cómo se explica que tomen las armas?, porque el objetivo que persigue no es la justicia, es la conquista del Perú, la entrega de nuestro país a una nación extranjera.” Y luego: “El Perú se halla en estado de guerra no convencional, con los poderes comunistas de Rusia, China y su protectorado de Cuba”. Mientras tanto el gobierno de Belaúnde aprueba, con el apoyo total del Apra la Ley 15590 en agosto de 1965, quienes señalan: “Pena de muerte para los traidores”. No era casual la concordancia ideológica y jurídica entre Haya y sus secuaces.
La Cámara de Diputados vota a favor por unanimidad. El 18 de setiembre el Apra y los odriístas, unidos, más allá de sus antiguos odios, defendiendo los intereses capitalistas de ultramar , aprueban la Ley 15591 habilitando la venta de “Bonos de defensa de la soberanía nacional” por doscientos millones de soles, destinados a combatir la subversión. Estos bonos fueron comprados por compañías transnacionales como la Internacional Petroleum Company, y también el Partido Aprista.[3] De esta forma entregaban a los guerrilleros, patriotas y revolucionarios a las garras genocidas del imperialismo yanqui. Imperialismo que tenía presentes en Vietnam, cuatrocientos mil efectivos norteamericanos y que el 21 de octubre impulsarían el golpe de Estado de Suharto en Indonesia, causando una gran matanza entre patriotas, demócratas y comunistas.
Ante los hechos de avanzada imperialista y con el viejo campo socialista, domesticado por la coexistencia pacífica, lo único que había que hacer era construir el poder popular revolucionario, no sólo para liberar a la patria, sino para robustecer al movimiento socialista internacional. De la Puente se lanzó a la lucha como más tarde lo haría el Che Guevara en Bolivia, y aunque la guerrilla fuera derrotada rápidamente no estuvo equivocado, su camino era el correcto, más allá de los análisis antojadizos sobre el foco guerrillero, de la carencia de una sólida base social, del poco o ningún apoyo que la izquierda formal les brindó, de los epítetos ofensivos de aventureros y diversionistas con que tildaron a los guerrilleros.
De la Puente y sus camaradas del MIR pensaron que las guerrillas constituían las formas de lucha adecuada para las extensas áreas empobrecidas de nuestro país, litigio que al tornarse prolongado, presionaría al estado burgués con la consecutiva agudización de las contradicciones entre las clases, acercando al pueblo explotado en su conjunto a los principios y acciones revolucionarias.
El 23 de octubre de 1965, el Comandante Luis Felipe de la Puente Uceda, enfermo y cercado es capturado en Mesa Pelada, Aymabamba, al frente de su grupo. Luego fue liquidado junto a sus compañeros. Murió firme en sus convicciones y peleando. Desaparecieron su cadáver para evitar un multitudinario entierro popular.
Murió a los 39 años, a la misma edad en que el Che Guevara la haría después; ambos son ahora eternamente jóvenes.
Este duro golpe a las fuerzas revolucionarias, sumado a la captura, tortura y exterminio de Máximo Velando, así como la desaparición de Guillermo Lobatón, constituyó el fin de las guerrillas del MIR. La muerte de estos comandantes guerrilleros y de otros tantos luchadores revolucionarios significó para el pueblo la pérdida de grandes maestros y de vigías permanentes del proceso revolucionario mundial, aquellos que entregaron sus vidas por un Perú nuevo dentro de un mundo nuevo.
El Programa del MIR se centraba en la reforma agraria, la nacionalización del petróleo, el fin del latifundio, la devolución de tierras a las comunidades indígenas, la expropiación de los fondos azucareros, la eliminación de los contratos agrarios capitalistas con pago indemnizatorio a los campesinos, amnistía para los presos políticos, salario vital y recuperación de la soberanía nacional. La mayor parte de estos puntos son extraídos principalmente de la Tesis presentada en 1957 por De la Puente en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Trujillo, que tenía como objetivo proscribir la servidumbre, incorporar al indio a la vida nacional, fomentar la organización comunitaria, elevar el nivel de vida de la población y promover la integración económica nacional, ampliando el mercado interno y cimentando el desarrollo de la industria peruana. Los puntos más importantes sobre el agro los encontramos explicados de manera sencilla y pedagógica en el discurso del 7 de febrero de 1964, en la Plaza San Martín, en donde ente otras muchas cosas importantes, dice, refiriéndose a la Reforma Agraria: “Una reforma agraria campesina (...) que implique la devolución inmediata de tierras usurpadas a las Comunidades Indígenas; que implique expropiación en los grandes latifundios, incluyendo a los azucareros; que no haga excepción con los barones del azúcar, que se enriquecen en forma descomunal, explotando a nuestros trabajadores, (...) que recoja la esencia colectivista de nuestras comunidades para la edificación socialista en el campo...”[4]
Sobre la lucha contra el imperialismo desde las luchas de la independencia señaló: “La guerra de la independencia americana tuvo un carácter continental.(...) bajo la dirección de Bolívar y San Martín, (...) tuvo que propagarse hacia el sur y hacia el norte, con mayor razón cuando el virreinato del Perú era el centro de poder colonial español (...). El pensamiento de los libertadores fue un pensamiento liberal. Ellos estaban influidos por la revolución francesa. Así se explican muchas medidas fundamentales y muchas leyes dictadas por ellos en nuestros países. Su intención era realizar una revolución burguesa, (...). La independencia significó la ruptura del yugo monárquico español, para ser sustituido por el yugo nacional de los grandes terratenientes o de sus sirvientes los caudillos militares (...) La independencia consolidó la división continental ya iniciada por la Colonia (...) Fue el Perú el primer país de América que se sublevó contra las cadenas de oprobio en que vivía, dirigido por José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II. Este movimiento tuvo alcances continentales y es sin lugar a dudas el más importante y el primer levantamiento de América, precursor de la independencia hispanoamericana”[5]. El Comandante comprendía desde su perspectiva marxista, que la liberación nacional y la verdadera independencia, dependían de la transformación social a partir del cambio de sistema económico y de la situación de sujeción al imperialismo. Por ello estaba convencido que la burguesía nacional era incapaz de realizar los cambios revolucionarios que nuestro pueblo necesitaba y necesita, por ser depositaria y defensora de los intereses de la burguesía internacional.
Ahora, a todos los que nos reclamamos hijos de las posiciones revolucionarias, nos corresponde como herencia el camino trajinado por el Comandante, el tomar en nuestras manos las correctas intenciones, el sentir en carne y corazón el profundo espíritu de transformación de nuestra realidad, el entender que la vocación revolucionaria de De la Puente y sus camaradas constituye y constituirá una forma integral de comprender y hacer la lucha, de sentir y practicar la Revolución. La vocación revolucionaria del Comandante General ha de ser la nuestra, la de integrar todos los aspectos revolucionarios en la defensa acérrima de los intereses de las clases explotadas, sin priorizar ninguno y ateniéndonos a las necesidades del momento, dentro del análisis del proceso histórico. El supo entregarse a la acción como estudiante, como guerrillero, como constructor.
Su práctica crítica, su mensaje integrador y conciso, su interés sincero en construir un núcleo promotor para la formación del Partido revolucionario, lo acercan definitivamente a José Carlos Mariátegui; su amor por el campesinado y sus luchas, su preocupación por la reforma urbana lo ligan necesariamente al legado de todas las sangres de José María Arguedas, todo esto nos llama a la acción, único criterio para demostrar que lo que se dice se hace.
Un compañero de prisión de Luis de la Puente y de Guillermo Lobatón, un poeta revolucionario, cuenta que ellos le prometieron hacer la revolución al salir del presidio, ambos cumplieron, él les dedicó un poema, me permito leer, de Jorge Bacacorzo: “Alto horario para honrar a los caídos”[6]:
HAN caído hombres que eran maestros y vigías
y otros que aprendían el oficio de la aurora.
Y esta vez las banderas son rudos sollozos
y lágrimas los estallidos que no cesan.
Cuánta palidez lunar en medio de la tierra,
cuánto silencio entre los huesos,
cuántas barbas verdes emergiendo
al lado de las que ya conocían edades y misterios,
cuántas fechas al borde de las manos y ahora
oscuras en el fuego.
Pero los guerrilleros de negro no se enlutan,
con el rojo más vivo y puro
las carabinas y canciones que van contra el ocaso
y el diario martillar de pasos y de sueños
recuerdan a sus muertos que aún alientan sobre
árboles y espumas
porque los pioneros van en el viento
y en el viento siguen siendo estrellas que murmuran.
De la Puente y sus camaradas, estrellas en el firmamento de las luchas populares, hicieron de la revolución una forma de vida, y de su práctica, un magisterio. Todos los hechos así lo demuestran.
¡Gloria eterna a los caídos en combate!
¡Hasta la victoria final!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!
[1] Discurso con motivo del 40 aniversario de su caída en combate, leído en el Acto Político Cultural del Movimiento Democrático Pueblo Unido-MDPU: “La gesta del MIR: 40 años después”. Realizado en el Auditorio del Sindicato Unitario de Trabajadores de Telefónica del Perú S.A. (SUTTP), en Lima, 28 de octubre de 2005.
[2] Está información se encuentra detallada en: Luna Vegas, Ricardo. Contribución a la Verdadera Historia del APRA. 1923-1988. Editorial Horizonte. Mayo, 1990. Págs. 122-123.
[3] Sobre la intervención de la CIA en el proceso el MIR, se puede ampliar la información extraída para este texto en: Manyari, Jorge. La Acción de la CIA en el Perú. Tarea. Lima-Perú. Mayo 1990. Págs. 36 – 39.
[4] Sobre el tema agrario en el MIR, ver el libro: Mariátegui, Juan. La Reforma Agraria Peruana. Antecedentes Históricos. Editorial Horizonte. Lima-Perú. 1985. Págs. 24, 25,45, 46. También: De la Puente Uceda, Luis. La Reforma del Agro Peruano. Ediciones Ensayos Sociales. Lima-Perú. 1966.
[5] De la Puente Uceda, Luis –MIR. Manual de Capacitación Ideológica. Ediciones Illarek Chaska.Lima-Perú. 1980. Págs. 179 – 181.
[6] Bacacorzo, Jorge. Las Botellas Rojas. Ediciones Lira Popular. Lima-Perú. 1983. Págs. 21-23.
Luis De la Puente Uceda:
Maestro y vigía de la Revolución.[1]
Por: Martín Guerra.
El 23 de octubre de 1965, ingresó en el panteón de los héroes del pueblo, el abogado trujillano, peruano, comunista y combatiente revolucionario internacionalista, Comandante General del MIR, Luis De la Puente Uceda. Su posición en todos los espacios mencionados, fue caracterizada siempre por la constancia, la consecuencia y la creación revolucionaria.
Ráfagas homicidas de la represión burguesa cegaron la vida de uno de nuestros jefes más decididos, sin embargo sus acciones constituyen una visión clara respecto al camino que todo revolucionario debe seguir.
Cuando fue estudiante, De la Puente, dirigente estudiantil del Apra en aquella época, inicia una crítica interna al partido de Haya de la Torre, principalmente para oponerse a la coalición del Partido Aprista y el pradismo, esta alianza impedía toda transformación en el terreno agrario. De la Puente, que preparaba entonces una tesis titulada “Hacia la Reforma Agraria en el Perú“, observó con asombro el giro cada vez más pro-imperialista del Apra. Ante esto fue gestor en 1959, del “Comité Aprista de Defensa de los Principios Doctrinarios y de la Democracia Interna”, a través del periódico “Voz Aprista”, intentó “luchar internamente en defensa de los principios originales”. Como todo revolucionario, se guiaba por los preceptos de la unidad contra el imperialismo y la burguesía vende patria, sin embargo su facción fue expulsada en la IV Convención del Partido Aprista en el mismo año. En 1960, con su periódico “Voz Aprista Rebelde” levanta los principios de la nueva “Apra Rebelde”, que en 1962 al hacerse marxista-leninista cambia al nombre de Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).[2] El odio aprista siempre perseguiría al Comandante, llegando inclusive a intentos de homicidio: Era el odio de los enemigos del pueblo.
La correlación de fuerzas internacional, la entrega del Perú a los “barones del agro”, la presencia de la influencia militar y explotación militar de los EE.UU., así como el triunfo de la Revolución Cubana; hechos que constata en persona a través de sus viajes a África, Europa, Asia, Cuba y otros lugares de Latinoamérica, lo impulsan junto con la dirección y las bases del MIR a iniciar las acciones guerrilleras, un 9 de junio de 1965 en el centro del país. Belaúnde los califica de abigeos, negando ante el mundo la importancia de la insurrección. La prensa servil los denomina “guerrigeos”, había que hacer pasar a los héroes del pueblo como asesinos y ladrones. La penetración norteamericana era tan fuerte que la Central de Inteligencia Americana (CIA) infiltra las organizaciones estudiantiles y sindicales, con el fin de obtener datos de los guerrilleros. Algunos puntos débiles como lo vulnerable de la organización, la deficiencia de apoyo logístico, etc. facilitaron la fuga de información. Es en aquella época que el Comandante señala: “El MIR no es el partido único de la revolución, sino un factor del proceso que marcha hacia la formación del partido de la revolución peruana, y como tal, lo interesante es tomar la iniciativa porque es en el campo de la acción en donde se encontrarán las respuestas”.
Nuevamente el Apra, convertida cada vez más, en bisagra del imperialismo en el Perú, a través de su líder máximo Haya de la Torre ataca en diferentes ediciones de “La Tribuna”, órgano oficial de prensa del Partido Aprista: “¿Cómo se explica que tomen las armas?, porque el objetivo que persigue no es la justicia, es la conquista del Perú, la entrega de nuestro país a una nación extranjera.” Y luego: “El Perú se halla en estado de guerra no convencional, con los poderes comunistas de Rusia, China y su protectorado de Cuba”. Mientras tanto el gobierno de Belaúnde aprueba, con el apoyo total del Apra la Ley 15590 en agosto de 1965, quienes señalan: “Pena de muerte para los traidores”. No era casual la concordancia ideológica y jurídica entre Haya y sus secuaces.
La Cámara de Diputados vota a favor por unanimidad. El 18 de setiembre el Apra y los odriístas, unidos, más allá de sus antiguos odios, defendiendo los intereses capitalistas de ultramar , aprueban la Ley 15591 habilitando la venta de “Bonos de defensa de la soberanía nacional” por doscientos millones de soles, destinados a combatir la subversión. Estos bonos fueron comprados por compañías transnacionales como la Internacional Petroleum Company, y también el Partido Aprista.[3] De esta forma entregaban a los guerrilleros, patriotas y revolucionarios a las garras genocidas del imperialismo yanqui. Imperialismo que tenía presentes en Vietnam, cuatrocientos mil efectivos norteamericanos y que el 21 de octubre impulsarían el golpe de Estado de Suharto en Indonesia, causando una gran matanza entre patriotas, demócratas y comunistas.
Ante los hechos de avanzada imperialista y con el viejo campo socialista, domesticado por la coexistencia pacífica, lo único que había que hacer era construir el poder popular revolucionario, no sólo para liberar a la patria, sino para robustecer al movimiento socialista internacional. De la Puente se lanzó a la lucha como más tarde lo haría el Che Guevara en Bolivia, y aunque la guerrilla fuera derrotada rápidamente no estuvo equivocado, su camino era el correcto, más allá de los análisis antojadizos sobre el foco guerrillero, de la carencia de una sólida base social, del poco o ningún apoyo que la izquierda formal les brindó, de los epítetos ofensivos de aventureros y diversionistas con que tildaron a los guerrilleros.
De la Puente y sus camaradas del MIR pensaron que las guerrillas constituían las formas de lucha adecuada para las extensas áreas empobrecidas de nuestro país, litigio que al tornarse prolongado, presionaría al estado burgués con la consecutiva agudización de las contradicciones entre las clases, acercando al pueblo explotado en su conjunto a los principios y acciones revolucionarias.
El 23 de octubre de 1965, el Comandante Luis Felipe de la Puente Uceda, enfermo y cercado es capturado en Mesa Pelada, Aymabamba, al frente de su grupo. Luego fue liquidado junto a sus compañeros. Murió firme en sus convicciones y peleando. Desaparecieron su cadáver para evitar un multitudinario entierro popular.
Murió a los 39 años, a la misma edad en que el Che Guevara la haría después; ambos son ahora eternamente jóvenes.
Este duro golpe a las fuerzas revolucionarias, sumado a la captura, tortura y exterminio de Máximo Velando, así como la desaparición de Guillermo Lobatón, constituyó el fin de las guerrillas del MIR. La muerte de estos comandantes guerrilleros y de otros tantos luchadores revolucionarios significó para el pueblo la pérdida de grandes maestros y de vigías permanentes del proceso revolucionario mundial, aquellos que entregaron sus vidas por un Perú nuevo dentro de un mundo nuevo.
El Programa del MIR se centraba en la reforma agraria, la nacionalización del petróleo, el fin del latifundio, la devolución de tierras a las comunidades indígenas, la expropiación de los fondos azucareros, la eliminación de los contratos agrarios capitalistas con pago indemnizatorio a los campesinos, amnistía para los presos políticos, salario vital y recuperación de la soberanía nacional. La mayor parte de estos puntos son extraídos principalmente de la Tesis presentada en 1957 por De la Puente en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Trujillo, que tenía como objetivo proscribir la servidumbre, incorporar al indio a la vida nacional, fomentar la organización comunitaria, elevar el nivel de vida de la población y promover la integración económica nacional, ampliando el mercado interno y cimentando el desarrollo de la industria peruana. Los puntos más importantes sobre el agro los encontramos explicados de manera sencilla y pedagógica en el discurso del 7 de febrero de 1964, en la Plaza San Martín, en donde ente otras muchas cosas importantes, dice, refiriéndose a la Reforma Agraria: “Una reforma agraria campesina (...) que implique la devolución inmediata de tierras usurpadas a las Comunidades Indígenas; que implique expropiación en los grandes latifundios, incluyendo a los azucareros; que no haga excepción con los barones del azúcar, que se enriquecen en forma descomunal, explotando a nuestros trabajadores, (...) que recoja la esencia colectivista de nuestras comunidades para la edificación socialista en el campo...”[4]
Sobre la lucha contra el imperialismo desde las luchas de la independencia señaló: “La guerra de la independencia americana tuvo un carácter continental.(...) bajo la dirección de Bolívar y San Martín, (...) tuvo que propagarse hacia el sur y hacia el norte, con mayor razón cuando el virreinato del Perú era el centro de poder colonial español (...). El pensamiento de los libertadores fue un pensamiento liberal. Ellos estaban influidos por la revolución francesa. Así se explican muchas medidas fundamentales y muchas leyes dictadas por ellos en nuestros países. Su intención era realizar una revolución burguesa, (...). La independencia significó la ruptura del yugo monárquico español, para ser sustituido por el yugo nacional de los grandes terratenientes o de sus sirvientes los caudillos militares (...) La independencia consolidó la división continental ya iniciada por la Colonia (...) Fue el Perú el primer país de América que se sublevó contra las cadenas de oprobio en que vivía, dirigido por José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II. Este movimiento tuvo alcances continentales y es sin lugar a dudas el más importante y el primer levantamiento de América, precursor de la independencia hispanoamericana”[5]. El Comandante comprendía desde su perspectiva marxista, que la liberación nacional y la verdadera independencia, dependían de la transformación social a partir del cambio de sistema económico y de la situación de sujeción al imperialismo. Por ello estaba convencido que la burguesía nacional era incapaz de realizar los cambios revolucionarios que nuestro pueblo necesitaba y necesita, por ser depositaria y defensora de los intereses de la burguesía internacional.
Ahora, a todos los que nos reclamamos hijos de las posiciones revolucionarias, nos corresponde como herencia el camino trajinado por el Comandante, el tomar en nuestras manos las correctas intenciones, el sentir en carne y corazón el profundo espíritu de transformación de nuestra realidad, el entender que la vocación revolucionaria de De la Puente y sus camaradas constituye y constituirá una forma integral de comprender y hacer la lucha, de sentir y practicar la Revolución. La vocación revolucionaria del Comandante General ha de ser la nuestra, la de integrar todos los aspectos revolucionarios en la defensa acérrima de los intereses de las clases explotadas, sin priorizar ninguno y ateniéndonos a las necesidades del momento, dentro del análisis del proceso histórico. El supo entregarse a la acción como estudiante, como guerrillero, como constructor.
Su práctica crítica, su mensaje integrador y conciso, su interés sincero en construir un núcleo promotor para la formación del Partido revolucionario, lo acercan definitivamente a José Carlos Mariátegui; su amor por el campesinado y sus luchas, su preocupación por la reforma urbana lo ligan necesariamente al legado de todas las sangres de José María Arguedas, todo esto nos llama a la acción, único criterio para demostrar que lo que se dice se hace.
Un compañero de prisión de Luis de la Puente y de Guillermo Lobatón, un poeta revolucionario, cuenta que ellos le prometieron hacer la revolución al salir del presidio, ambos cumplieron, él les dedicó un poema, me permito leer, de Jorge Bacacorzo: “Alto horario para honrar a los caídos”[6]:
HAN caído hombres que eran maestros y vigías
y otros que aprendían el oficio de la aurora.
Y esta vez las banderas son rudos sollozos
y lágrimas los estallidos que no cesan.
Cuánta palidez lunar en medio de la tierra,
cuánto silencio entre los huesos,
cuántas barbas verdes emergiendo
al lado de las que ya conocían edades y misterios,
cuántas fechas al borde de las manos y ahora
oscuras en el fuego.
Pero los guerrilleros de negro no se enlutan,
con el rojo más vivo y puro
las carabinas y canciones que van contra el ocaso
y el diario martillar de pasos y de sueños
recuerdan a sus muertos que aún alientan sobre
árboles y espumas
porque los pioneros van en el viento
y en el viento siguen siendo estrellas que murmuran.
De la Puente y sus camaradas, estrellas en el firmamento de las luchas populares, hicieron de la revolución una forma de vida, y de su práctica, un magisterio. Todos los hechos así lo demuestran.
¡Gloria eterna a los caídos en combate!
¡Hasta la victoria final!
¡Patria o muerte!
¡Venceremos!
[1] Discurso con motivo del 40 aniversario de su caída en combate, leído en el Acto Político Cultural del Movimiento Democrático Pueblo Unido-MDPU: “La gesta del MIR: 40 años después”. Realizado en el Auditorio del Sindicato Unitario de Trabajadores de Telefónica del Perú S.A. (SUTTP), en Lima, 28 de octubre de 2005.
[2] Está información se encuentra detallada en: Luna Vegas, Ricardo. Contribución a la Verdadera Historia del APRA. 1923-1988. Editorial Horizonte. Mayo, 1990. Págs. 122-123.
[3] Sobre la intervención de la CIA en el proceso el MIR, se puede ampliar la información extraída para este texto en: Manyari, Jorge. La Acción de la CIA en el Perú. Tarea. Lima-Perú. Mayo 1990. Págs. 36 – 39.
[4] Sobre el tema agrario en el MIR, ver el libro: Mariátegui, Juan. La Reforma Agraria Peruana. Antecedentes Históricos. Editorial Horizonte. Lima-Perú. 1985. Págs. 24, 25,45, 46. También: De la Puente Uceda, Luis. La Reforma del Agro Peruano. Ediciones Ensayos Sociales. Lima-Perú. 1966.
[5] De la Puente Uceda, Luis –MIR. Manual de Capacitación Ideológica. Ediciones Illarek Chaska.Lima-Perú. 1980. Págs. 179 – 181.
[6] Bacacorzo, Jorge. Las Botellas Rojas. Ediciones Lira Popular. Lima-Perú. 1983. Págs. 21-23.
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